Loki

La segunda y última temporada de Loki en Disney Plus aglutina los mejores retales que un día hicieron grande al Universo Cinematográfico de Marvel, cerrando con broche de oro una historia magistral para la posteridad del cine de superhéroes

Loki es ese elegante viaje en barca por el azulgrís Lago di Como de Lombardía en la madre Italia cuando uno quiere desconectar, porque con el sol que ella desprende, y con su aroma a arbolado verde floral, huye uno de mil andaduras fallidas que cometen Feige y sus discípulos cuando Marvel Studios erra y se topa con cualquier zafia Invasión Secreta capaz de manchar su apellido de empresa sobresaliente hasta en el tráiler. Y, por supuesto, educada en los modales, los andares e incluso a la hora de la despedida; porque si algo se le da bien a Marvel son sin duda las despedidas.

La segunda temporada del Dios del Engaño plantea un argumento ciertamente similar al ya empleado en la primera parte: Loki, acompañado por Sylvie, Mobius y demás personajes de la Asociación de Variación Temporal, trata de desentrañar los misterios del enigmático y omnipresente Kang mientras el tiempo mismo se resquebraja y los diferentes universos alternativos colisionan con el suyo. Ello enfrasca a la serie en una historia de aventura frenética poéticamente funcional que, dicho quede, conecta los episodios con un craquelado algo notorio, y quizá ahí denoten los directores larvados cortes por falta de tiempo, dejando entrever que quizá Loki era mucho más ambiciosa.

El caso es que sus seis episodios tejen una trama que se mantiene vigorosa de principio a fin; una que goza de momentos para la retina de las décadas, porque entre otras cosas Loki ha sabido jugar al ajedrez, exprimiendo al máximo su fantasioso microuniverso de autor alejado del bullicioso UCM que actualmente hormiguea de altibajos a causa del ir y venir de los imperturbables augurios que anuncian a los cuatro vientos su propia muerte; una que, en sus palabras, sólo podría evitar un gigantesco taquillazo o una prolija historia del Marvel de las calles de Nueva York -Daredevil y Spider-Man-.

Es Loki, además, una serie que, sobre todo gracias a su segunda temporada, puede disfrutar tanto un fanático de Marvel como un cinéfilo que simplemente se halle buscando una historia alumbrada por el quinqué de la mitología nórdica. Porque Loki es ante todo independiente, y no necesita cameos o excesivas referencias al UCM para funcionar por sí sola. Dicho de otro modo: quien no haya visto ninguna película o serie del universo de Kevin Feige puede encontrar en esta producción un ideal punto de partida al demostrar Loki una gran parte del potencial del que Marvel goza en la cinematografía.

Incluso Loki destaca en su apartado visual. Sus efectos visuales, sus indumentarias y sus afables escenarios tornan la producción en una cromática explosión de tonalidades que en muchos momentos pareciera haber sido sacada directamente de las historietas, cual si Tom Hiddelston estuviera dibujado en carboncillo y al hablar vomitara comiqueros bocadillos salpimentados con esencia Marvel.

La segunda temporada del proyecto de Tom Hiddelston en solitario, asimismo, termina por ser una poética oda a Stan Lee, a su obra y legado, pintada con una brocha propia de un vate y escrita con la literaria pluma de los proyectos del Marvel más incisivo y excelso. Una temporada final digna de enmarcar, porque sabe a cómic de principio a fin y cierra con broche de oro el arco de un Loki renacido y reinventado, ahora ejerciendo de demiurgo de todas las historias, de controlador de un todo. Algo así como… un Loki que permanece.

Tan sólo resta conocer si esta reavivación que Loki le regala a Marvel Studios es esporádica o, por el contrario, el enraizado comienzo de los grandes proyectos que vendrán: Daredevil: Born Again, 4 Fantásticos, Spider-Man 4, Vengadores: Kang Dinasty, Capitán América 4 y Vengadores: Secret Wars.

Por el momento, la misión de la segunda temporada del hermano de Thor ha cumplido ya con su función: ha dejado plantada una portentosa semilla que Marvel sencillamente habrá de regar con historias que compartan su misma cuestión vital: manar de las entrañas de cuanto Marvel significa y de las enseñanzas del inmarcesible Stan Lee.

Loki es una historia frenética, alocada y muy funcional; una serie que frente a todo, y pese a mil crónicas y columnas que proclamaban su muerte anunciada, ha logrado dejar patente que el UCM sigue vivo, y, más importante aún, que lo seguirá estando hasta el día del juicio final.

Lo mejor, o sea, su historia encandiladora, sus rutilantes efectos especiales y su deslumbrante apartado visual choca con ciertos errores que la alejan de la matrícula de honor, es decir, sus episodios que a veces denotan una mala puesta en serie y, sobre todo, su afán por querer a veces avanzar más en cuestiones de futuro del Universo Marvel que en finalizar su propia intrahistoria.

Puntuación: 4.5 de 5.

Por Raúl R. Méndez

Sigo creyendo que Jon Nieve debió haberse sentado en el Trono de Hierro. Fan de Hombres G, Taburete y la música pop española en general. Algunos dicen que me asemejo a Peter Parker, aunque juro y perjuro que Nueva York la he recorrido andando. Me enamoré del Atlético de Madrid cuando por primera vez pisé el Vicente Calderón en una gélida tarde de invierno. Y de Rafael Nadal en aquel primer Roland Garros que le vi ganar.