La nueva serie de Marvel Studios, Invasión Secreta, termina decepcionando tanto a la crítica especializada -que otorga al episodio final la peor puntuación en la historia de Marvel- como a los fans del UCM, provoca un ineluctable problema de futuro a la empresa cinematográfica y desaprovecha una gran oportunidad de apostar por lo mundano y lo terrenal
De aquella bella época donde en el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) Tony Stark (Robert Downey Jr.) y Steve Rogers (Chris Evans) sostenían la batuta directoral del proyecto y sobre sus espaldas siempre recaía la enorme responsabilidad de hacer fraternal una longeva saga de películas, sólo restan las cenizas. Y los recuerdos. El ser humano tiende a ser reacio a los cambios y frecuenta la defensa a ultranza de las efemérides que añora. Y siempre acaba haciendo un alegato lampedusiano: «que todo cambie para que todo siga igual».
El fatídico error que cometen humanos y empresas, sobre todo las cinematográficas, es ignorar la veracidad de la cita del novelista italiano; desoírle, en definitiva. Como Marvel, que al no haber aprehendido las enseñanzas de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su más reciente producción, Invasión Secreta, y al alejarse por ende de sus orígenes identitarios, el UCM de hoy dista mucho del que un día fue. Una tan notable como volátil equidistancia con sus orígenes y potencialmente mortal.
Viajando al centro del diagnóstico, el problema concreto de Invasión Secreta no es que ésta sea incongruente, burda o directamente ‘mala’, sino que ha desaprovechado la totalidad de las oportunidades que en bandeja se le habían presentado.
El sabor agridulce, más tras el final indigno que otorga la producción a la aventura de Nick Furia, es constante y hondamente desgastador en una serie que se iba paladeando cada vez con menos ilusión. Y el espectador más fiel, ese que, esperanzado, acude semanalmente y durante seis miércoles consecutivos a su hogareño y acogedor televisor para iniciar sesión en Disney Plus, acaba agotado, padeciendo un justificable hastío y sin siquiera comprender del todo bien lo que ha terminado ocurriendo. ¿Dónde quedó la emoción garantizada que un día marcó a la empresa de Kevin Feige?
Y la contrariedad más evidente a la que Marvel Studios más pronto que tarde tendrá que enfrentarse, e inherentemente por culpa de Invasión Secreta, es su propia dejadez: pensar estúpidamente que, una vez en la cima, rozando la perfección y con espléndidas cifras de recaudación, serían imparables, y que hilando solamente productos decentes la crítica y los fans les aplaudirían y regalarían cinco estrellas sólo porque una vez se codearon con el éxito. Y si el UCM pierde su inevitable batalla interna y apostata definitivamente de sus orígenes, Marvel Studios estaría abocada a una autodestrucción categórica, cuasi geológica. Y a decir adiós a la que hasta ahora ha sido su preciada gallina de los huevos de oro.
Invasión Secreta, la producción que tiró por la borda una buena idea que se encontraba en el clímax del interés y las expectativas
Sucede que Invasión Secreta pretendió liderar una revolución que terminó descubriéndose impostada. Marvel quiso apostar por una serie tan mundana como callejera; de misterio, suspense, acción, persecuciones y en oferta: seis capítulos breves con el único objetivo de brindar una historia que, aunque desde su anuncio oficial se sabía de relleno, procurara entretener a los fans mientras Cuatro Fantásticos,Vengadores, Spider-Man y Daredevil estaban en el horno. Pero Invasión Secreta también ha fracasado en su misión de entrante, precisamente porque empacha y empalaga más de lo que debería.
La serie, trepidante en un inicio, puso sobre la mesa una trama sencilla: unos skrulls cambiaformas se habían infiltrado en la Tierra y, vengativos hacia Nick Furia, buscaban hacerse con diversas esferas de poder -de la política al periodismo pasando por la seguridad del presidente de Estados Unidos- para inducir a los humanos a enfrentarse entre sí en una demoledora Tercera Guerra Mundial que acabara con la hegemonía humana en el planeta. Y de aquel interesante Camelot, que comenzó funcionando, solamente queda el hastío final de una alocada pelea entre dos personajes nada carismáticos -cuasi prescindibles, pues nadie había empatizado con su intrahistoria- que habían adquirido los poderes de otros superhéroes del UCM como Hulk, Groot o Capitana Marvel.
El problema lo padecen ahora los guionistas de Marvel Studios. Tirando de guion y dándole libérrimas alas a Gaia, un personaje que repentinamente tiene una sarta de poderes cuyo propietario original es un Vengador, sólo se ha conseguido un futuro incierto donde inevitablemente se habrá de contar con un personaje que es capaz de aunar a Hulk y a Capitana Marvel en un solo cuerpo. Y, peor todavía, en su enésimo alegato contra lo prometido, la serie sorprende quedando inconclusa y abriéndole las puertas a una segunda temporada aún no confirmada.
Las brutales escenas de acción funcional, los embelesadores efectos especiales y la gran actuación de Samuel L. Jackson: los aspectos más rescatables del cataclismo que ha terminado siendo Invasión Secreta
Samuel L. Jackson, ducho en actuar pese al guion y las ominosas entelequias presentes, hace de Invasión Secreta una serie que, ante todo, resulta entretenida. La carismática actuación del washingtoniano contrasta directamente con las actuaciones planas de los otros miembros del elenco. Y como acapara muchos minutos en pantalla, apenas nota el público la incómoda falta de química, o sea, aquella aparente fraternidad entre actores que luego se olisqueaba hondamente quimérica.
Y otro retal salvado del incendio, como suele ser habitual en el UCM, es el arduo y exitoso trabajo que los departamentos de fotografía y efectos especiales han realizado a fin de lograr una serie que, a pesar de sus entresijos, defectos e indudables descosidos, entra por los ojos del espectador y visualmente resulta atractiva. Sobre todo cuando logra infundir tensión en el espectador, que se acaba olvidando de los vicios de la trama si le recompensas con viscerales y brutales escenas de acción intensamente eficaces. Una herramienta comúnmente utilizada en el cine: eludir los bamboleos de la trama con el pegamento visual que supone una pistola.
Invasión Secreta es una serie que no sale del corazón y que solamente es recomendable si ama a Marvel por encima de todas las cosas. O si la ola de calor algún día llegara a complicarle la siesta
Lo mejor, la gran actuación de Samuel L. Jackson, los embriagadores efectos visuales y la belleza fotográfica, contrasta profundamente con lo peor, o sea, una trama disfuncional que empezó hablando de terrorismo y Tercera Guerra Mundial para concluir ensoñando con que el ADN de Los Vengadores es ahora transmisible y terminar creando una inconcebible arma nada carismática: Gaia, un personaje hueco y sin trasfondo que repentinamente aúna los poderes de Hulk y Capitana Marvel.