Sevilla en la Europa League

El conjunto hispalense consigue llevarse la victoria por penaltis tras más de 140 minutos de juego. El Sevilla no ha perdido ni una sola de las finales de Europa League que ha disputado.

Estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Año 2015. Al micrófono Unai Emery. 40.000 sevillistas en silencio, la caldera de Nervión gorgotea. Fue entonces cuando se oyeron esas mágicas palabras: “No hay nadie que la sienta como nosotros, que la quiera como nosotros, que la desee como nosotros, que la necesite como nosotros“. No volaron al viento, sino que se quedaron tatuadas en el corazón de los sevillistas, de la institución. Hoy, en 2023, ocho años después, han sido la bandera que ha guiado a la gloria al Sevilla en otra noche para la historia.

El partido comenzó del lado de los de Mourinho. La intrusión en el once del ‘supuestamente tocado’ Dybala se llevó todos los focos, pero en la sombra el portugués tenía planeada una red que atrapó al Sevilla. La Roma cerró el carril central con una línea de cinco atrás y tres interiores muy juntos. Fue clave Matic que actuó como una especie de falso líbero por delante de la zaga y consiguió ahogar las posibilidades de circulación en tres cuartos del Sevilla con un partido mayúsculo en las ayudas y la posición. Por su parte, el conjunto hispalense no consiguió aprovechar la superioridad numérica de la que gozaba en las bandas. Especial mención a la banda derecha del Sevilla Bryan Gil y Telles, quienes fueron inocuos en la primera mitad.

Sevilla Europa League
Gudelj peleando un balón contra Pellegrini.

Pasaban los minutos, el Sevilla estaba incómodo. No era capaz de crear juego ni de llegar a zonas de remate. El equipo estaba dubitativo. La Roma primero avisó en el minuto 12 con un disparo centrado de Spinazzola, quien llegó desde segunda línea. Al Sevilla le costaba mantener el esférico y sufría mucho para defender los balones verticales que buscaban a los puntas. Finalmente, fue Dybala el que se llevó el gato al agua con un disparo cruzado aprovechando un pase filtrado fruto de una recuperación de la Roma en el medio campo en el minuto 35.

El gol tuvo un efecto positivo en el Sevilla, que se dio cuenta que ese guion de partido no le llevaba a buen puerto. El problema era que los de Nervión buscaban los centros como una meta y no como lo que son: la consecuencia de una serie de elementos (pases, movimientos, posesión, posición, permutas etc.) que engloban el juego combinativo que el Sevilla abandera. A partir del gol, los hispalenses apostaron por el pase corto, al primer toque, con triangulaciones por fuera para nutrir las bandas de balones y la balanza empezó a caer de su lado. Un disparo al palo de Rakitić desde media distancia fue la confirmación de que el Sevilla estaba haciendo las cosas bien, pero el fútbol quiso que se fuese a la media parte perdiendo.

Dybala en la celebración de su gol.

La segunda parte empezó como terminó la primera, pero con cambios. Oliver Torres y Bryan Gil dieron paso a Lamela y Suso. Ambos fueron fundamentales en el desarrollo del partido, ya que aportaron la chispa, velocidad y desborde que el Sevilla tanto requería. El gol llegó en el minuto 55, fruto del acoso y derribo del juego hispalense. Lo marcó Mancini en propia al intentar defender un centro desde la derecha colgado para En-Nesyri. El marroquí no dejó de intentarlo en todo el partido, pero se vio demasiado aislado entre los centrales romanos. El Sevilla siguió monopolizando el juego. La Roma solo consiguió agarrarse al calcio di posizione (balón parado) para crear peligro y lo cierto es que casi consiguió marcar en una jugada ensayada en una falta en la frontal, pero Bono desvió con una mano salvadora el disparo a bocajarro del incorporado desde el banquillo Belloti.

El partido siguió con el guion que impuso el Sevilla. Taylor, el arbitro, fue protagonista al no señalar un posible penalti por mano de Fernando. Rectificó también su decisión acerca del penalti que le pitó a favor a Ocampos y entre una cosa y otra inundó el campo y los banquillos de tarjetas amarillas. Al final de los 90 minutos reglamentarios llegó una clara ocasión para el Sevilla con hasta tres remates. Sin embargo, el fútbol, caprichoso rey, decidió que el partido se fuese a la prórroga, en donde los dos equipos pelearon casi sin fuerzas. El Sevilla no conseguía encontrar el hueco en las trincheras romanas y Mendilibar decidió reforzar la defensa con Montiel y Rekik. Los italianos, por su parte, no consiguieron dar pie con bola desde el cambio de Dybala por Wijnaldum, allá por el lejano minuto 68. Al cabo de los 120 minutos, Anthony Taylor hizo sonar su silbato. Era la hora de los once metros.

Ocampos y Spinazzola, dos de los protagonistas del partido.

Ya sin uñas para morder y haciendo de tripas corazón, los presentes se prepararon para lanzar los penaltis. Las estadísticas caían del lado del Sevilla: Mourinho había perdido 8 de las 10 tandas de penaltis que había disputado en su carrera, el Sevilla empezaba tirando y, además, de cara a la afición. Era el momento de brillar y Bono brilló. Paró un penalti, acertó otro y rozó el último, que se estrelló en el palo. Ocampos, Lamela y Rakitić marcaron los suyos, pero Montiel marcó el decisivo, a la segunda dado que Rui Patricio se adelantó para parar el primer disparo del argentino.

La locura se desató en el estadio. El frenesí era inconmensurable, la alegría inefable, la pasión se desbordaba. Al Coliseo no le quedaba más remedio que arrodillarse ante la presumida Giralda, a la Ciudad Eterna ante la ciudad del arte, a la Roma ante el rey de reyes. Mientras el Sevilla, incontestable soberano de la competición, levantaba por séptima vez en su historia la UEFA Europa League, se volvía a oír esa dulce voz bajo el cielo de Budapest: “Nadie la quiere como nosotros…”

Por telee04

Aspirante a comentarista. Fútbol champagne por bandera. "Non ridere, non lugere neque detestari, sed intelligere" Instagram: telee_04 Twitter: @_ErTele_