Amaia estrenó su primer concierto en el WiZink Center de Madrid con un ‘sold out’ en el que hizo vibrar a cada persona presente. Su voz, sus canciones y su gran repertorio de artistas invitados fueron el cóctel perfecto para una noche única
La noche del pasado sábado no se va a poder olvidar fácilmente. Empezó el otoño, y Amaia fue la encargada de ponerle el broche de oro al verano. Pero para eso todavía quedaba una hora y cuarenta y cinco minutos exactos. Porque, como es obvio en este tour, Bienvenidos al show abría el concierto más importante hasta el momento de la pamplonesa, su primer WiZink Center, con lleno absoluto incluido.
Desde primera hora de la tarde la cola del recinto empezó a tomar forma, pues sus fans más acérrimos no querían perderse la oportunidad de compartir primera fila con la artista en pista. Con la apertura de puertas llegó la locura, y todo el mundo corrió para hacerse con los mejores huecos. Poco antes de las nueve, las gradas terminaron de llenarse. Tras las primeras canciones que calentaron el ambiente, Amaia confesó que estaba muy nerviosa. “Tenéis que perdonarme, pero es mi primer WiZink Center y estoy flipando. Esto no va a ser fácil de olvidar”.
La segunda canción fue La vida imposible, aunque con Amaia encima de un escenario de repente todo parece mucho más fácil. Poco tardó en avisar que llegaba “la parte lenta del concierto”, aunque precisamente fueron los minutos en los que consiguió acelerar el corazón de todos los allí presentes. No era, para nada, la primera vez que cantaba uno de sus mejores hits, El relámpago, pero esta vez sonó distinto. Se dejó el alma en piano y voz mientras los truenos coronaban el WiZink, para entonces el vello de la gente ya estaba de punta. Su versión más reciente de Fiebre, una versión lenta de La canción que no quiero cantarte, o la mismísima Ave María de Bisbal le dieron forma a este bloque tan mágico.
Aprovechó también este espacio para felicitar el aniversario a sus padres, dedicándoles a la par una cover de Me importas tú. El punto final lo puso Yamaguchi, terminando de erizar por completo la piel y acompañada por Víctor Martínez a la guitarra, uno de los productores del single. Alguien del público le gritó que la cantara en japonés, a lo que ella respondió, “no, no, que ya no me acuerdo. La cantamos en español”, seguida de muchas risas.

Poco tardaron en llegar las sorpresas, la mayoría esperadas por sus fans. El primero en acompañarla en el escenario fue Rojuu, coincidiendo además con la primera vez que cantaban juntos en directo Quiero pero no. A este le siguió el ya veterano en sus conciertos, Alizz, con quien se mostró disfrutona cantando Sexo en la playa y El encuentro.
No faltaron los clásicos “despistes” de la artista, o las salidas de “protocolo” con los que consigue acercarse más al público, pues aseguró con su naturalidad que siempre le acompaña que “no escucho nada por este in ear, hay como mucho ruido” o, un poco más tarde, cuando le tocaba despedirse para los bises, volvió confesando que “si es que soy muy despistada, se me ha olvidado decir que me iba y ha quedado raro, ¿verdad?”.
Agradecida como siempre con su público, el concierto fue llegando al final. No sin antes recibir las dos sorpresas más importantes de la noche. La primera fue con Así bailaba, pues tal y como pronosticaban las apuestas, Rigoberta Bandini salió al escenario desatando la locura del recinto, para darle una vuelta al clásico de los “Payasos de la tele” y reivindicar que las niñas “ya no pueden lavar, porque es que tienen que bailar”. La segunda y última de la noche fue con La canción que no quiero cantarte. Era la segunda vez en la noche que Amaia entonaba las notas del sencillo que comparte con Aitana, compañera de edición de Operación Triunfo. Y ante la mirada expectante y las cámaras de los móviles apuntando como locas a los laterales del escenario, por si en esta ocasión, sí que era Aitana la que aparecía, pero fue Samanta Hudson quién acompañó a Amaia en el colofón final de su show.
Para despedirse, como viene siendo habitual, eligió Quedará en nuestra mente. Y efectivamente, sin duda una noche que quedará grabada en la memoria colectiva de todo aquel que, allá por enero, decidió comprar una entrada cuando anunció el susodicho final de la gira de Cuando no sé quién soy. Y yo me pregunto, ¿podrá Amaia dormir tranquila sabiendo que, una vez más, erizó la piel de tantísimas personas en una sola noche?
