Era un día luminoso y frío de marzo, los relojes daban las 20:45. De la Fuente, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, iba a dirigir a la selección absoluta española por primera vez. Tras haberla visto, analizaremos lo mejor y lo peor que La Roja nos ha mostrado en los dos primeros partidos dirigidos por De la Fuente.
La nueva España nos ha ofrecido una de cal y otra de arena. Una victoria por tres a cero contra Noruega y una derrota dos a cero contra Escocia es el bagaje del nuevo seleccionador español. La gran expectación por ver cómo comenzaba este nuevo ciclo en la selección tenía una razón de peso: Luis de la Fuente no entrena a un club desde que lo hiciera en 2011 con el Alavés. Tras esa etapa, desempeñó la labor de director técnico en calidad de seleccionador nacional de categorías sub-19 y sub-21 durante nueve años.
Ese puesto le permitió conocer jugadores en proceso de formación que hoy son los que visten la camiseta de La Roja como son Oyarzabal, Ceballos o Pino. Eso ha sido quizás lo mejor que hemos visto en estos dos partidos. Jugadores olvidados por Luis Enrique como el mismo Ceballos vuelven a encontrar un hueco en la plantilla de la mano de un entrenador que les conoce bien y sabe qué zonas del campo y qué roles de juegos les favorecen.
Tampoco se puede dejar de mencionar el presente de jugadores como Rodri o Morata, los cuales han sabido sostener el peso que supone la camiseta de la selección nacional y han brindado buenos minutos sobre el césped. Mención especial para Joselu, que en su partido contra Noruega se convirtió en el primer jugador de la historia de la selección española que debuta como suplente marcando dos goles, según datos de Misterchip.

Hasta ahí las buenas noticias. España fue en sendos partidos un equipo reconocible, no ha perdido la costumbre de la posesión (promedió un 69´5% de posesión entre los dos partidos) ni el hábito del balón cortito al pie ni mucho menos la práctica de los centros. Sin embargo, hemos visto un conjunto muy crudo sobre el campo. Hubo muchos tramos en ambos partido en que La Roja perdía la fluidez del juego y le costaba llegar a zonas de finalización. Tampoco la defensa fue sólida, lo cual se tradujo en dos goles en dos partidos.
Ambos problemas tienen su génesis en el mismo hecho: el esqueleto del equipo se deforma constantemente. La alineación tiene un sentido sobre el campo: que los jugadores se ordenen para ocupar ciertos segmentos. Pues bien, España fue una montaña rusa de alineaciones tanto en ataque como en defensa. Tan pronto el equipo formaba una 4-3-3 en defensa como una 4-2-3-1 o una 4-4-2 por citar las tres que más se vieron, aunque la lista sigue. Incluso contra Noruega se llegó a ver a España defender la misma jugada con defensa de cuatro y de cinco mientras el rival circulaba el balón en nuestro campo.
He ahí la clave, España fue en los dos partidos un equipo sumamente desordenado. Fruto del desorden llegaron las ocasiones del rival, ya que España no solo no era capaz de mantener un bloque fijo con el que minimizar los espacios si no que además tampoco salió a presionar la salida de balón del rival, lo cual es lógico si entendemos el grado de dificultad y coordinación que conlleva una buena presión. También fue consecuencia del desorden las pocas ocasiones de las que dispuso España, solo 10 tiros a puerta entre los dos partidos.
Irónicamente, La Roja encontró su mejor versión cuando más desnivelada estaba: en el partido contra Noruega, la banda izquierda la formaban Balde y Gavi, a lo que hay que sumarle a Mikel Merino que aparecía por los costados. En la primera parte contra Noruega las permutas por banda izquierda eran constantes: Balde doblaba, Gavi aparecía por dentro tirando diagonales y Mikel Merino atacaba el espacio que quedaba en la banda desde segunda línea. Mientras, en la banda derecha estaban Dani Olmo y Carvajal sobre la línea de cal esperando a recibir y centrar al modo más sobrio del fútbol clásico.
El contraste de estilos entre cada uno de los costados transmitía la sensación de estar viendo a dos equipos con estilos de juego totalmente diferentes según por cual de las bandas se desarrollaba la jugada. En resumen, España ni siquiera se puso de acuerdo consigo misma a la hora de plantear el ataque.

No es baladí que ni los jugadores ni el cuerpo técnico rindieron. Se pueden señalar nombres propios como Pedro Perro, cuya pérdida de balón en área propia desencadenó el 1-0 para Escocia, o Yermi Pino, que fue el más inocuo de los extremos de La Roja. Por otra parte hubo decisiones cuestionables por parte del entrenador como la de colocar a Iago Aspas de medio punta, posición que no optimiza sus virtudes. En consecuencia, no supo sacar su mejor versión ni crear peligro.
Sorprendió a su vez que jugadores diferentes como Fabián o Nico Willians dispusieran de tan pocos minutos a pesar de la mala imagen del equipo en ambos partidos o que cambiara de lugar jugadores acomodados y hechos a una posición, como Gavi del mediocentro al extremo. Al final, Gavi terminaba metiéndose por dentro para recibir como el interior que es. Fueron precisamente en esas internadas cuando el juego de La Roja mejoró de forma considerable.
España ha ganado uno de sus últimos cinco partidos, lo cual es un dato muy desalentador. Sin embargo, los grandes problemas que han lastrado a la España de Luis de la Fuente en estos dos partidos son en gran parte fruto del escaso tiempo de preparación que ha tenido el equipo (apenas seis entrenos).
De la Fuente tiene a su disposición una gran variedad de futbolistas con los cuales puede proponer muchas formas de juego sin que nunca falte un as bajo la manga. Es tarea suya sacarles el mayor de los partidos a cada uno de ellos, así como avalar la reputación que le respalda por sus éxitos en categorías inferiores. Es aún pronto para que salten las alarmas y nunca está de más recordar que por muchas sombras que haya, estas solo existen porque hay luces.