PSG vs Musiala

Messi y Mbappé son incapaces de liderar la remontada parisina y el conjunto francés cae derrotado por dos goles a cero en Alemania

Qué caprichoso es a veces el destino. Cuando el azar decide juntar a dos colosos en el sorteo de los octavos de final de la UEFA Champions League, solo un futuro es posible: un equipo sale claramente bien parado del choque, reforzando su candidatura a ocupar el trono europeo, mientras que su rival aprende siempre el significado de un “casi”. En definitiva, el combinado vencedor siempre se consagra aún más candidato a levantar la orejona. Y ese equipo, en esta ocasión, ha sido el Bayern de Múnich.

El equipo bávaro se esconde entre las sombras, lejos del ruido mediático, pero cuenta con un plantel excepcional, repleto de jugadores de talla mundial. Sin embargo, lo que le ha diferenciado del PSG no es el talento individual que ostentan sus joyas, sino su capacidad de jugar unidos, en equipo; una característica que le ha faltado a los parisinos, quienes, en el momento en el que Messi o Mbappé no entran en contacto con el balón, son prácticamente incapaces de generar peligro.

Una alocada y entretenidísima primera mitad, pese a la entonces escasez de tantos

El partido, cuya importancia ya lo reflejaba el abarrotado Allianz Arena, se resume en sus primeros 45 minutos en una sola palabra: descontrol. Ninguno de los dos equipos era capaz de hacerse con el esférico ni con la posesión. Atacaba el Bayern, recuperaba el PSG, y las tornas se volvían a invertir una vez más. En definitiva, los contraataques se volvieron habituales en el primer tiempo. Para que luego digan que un empate a cero no puede ser entretenido.

Y, claro, para que dos equipos se arrebaten continuamente el esférico e intercambien el dominio del encuentro, necesitan de dos perlas capaces de concentrar casi toda la creación de juego. Para el PSG, ese jugador fue Leo Messi, quien durante prácticamente la totalidad de la primera parte bajó en incontables ocasiones a zona de tres cuartos para empujar a su equipo hacia delante y tratar de encontrar, sin éxito, a Mbappé en ataque. En el caso del conjunto bávaro, esa perla, en bruto y altamente talentosa, fue Jamal Musiala, el prometedor mediocampista ofensivo propiedad de los alemanes, quien hizo gala de su velocidad en la conducción de balón.

Pero las acometidas germanas y francesas fueron frenadas por ambas líneas defensivas, quienes no dejaron precisamente tiempo a los delanteros para hilar jugadas ofensivas. Especialmente, los defensas del Bayern de Múnich, quienes, en su campo, tenían dos objetivos claros que debían frenar a toda costa: Lionel Messi y Kylian Mbappé.

En torno al minuto 20, el partido parecía estar cayendo en las manos de los parisinos y el tanto que entonces hubiera supuesto el empate en el global de la eliminatoria se sentía más cerca que lejos en aquellos instantes. Prueba de ello, una gran ocasión que tuvo Leo Messi en el minuto 24, cuando cuatro jugadores, además del guardameta, taponaron tres disparos del argentino.

Pero, rápidamente se recompusieron los locales, cuando en el minuto 31 el siempre explosivo Musiala ejecutó un velocísimo chut tras una muy complicada maniobra. Quedó en oportunidad, pero el jovencísimo talento del Bayern dejó patente su inconmensurable calidad.

La peor noticia de la primera mitad fue la recaída que tuvo Marquinhos en la lesión muscular intercostal que casi había descartado su titularidad en este encuentro. Tras una acción defensiva en la que se exigió mucho, el dolorido músculo le obligó a retirarse del terreno de juego en el minuto 34 para dar entrada a Mukiele.

Y lo de que el partido fue una constante ida y vuelta en los 45 primeros minutos no era ninguna metáfora. En el minuto 37, cerca del descanso, tuvo el París en las botas de Vitinha una gran ocasión tras una grave pérdida del guardameta bávaro Sommer, que terminó sacando De Ligt bajo los palos.

Los parisinos se desconectaron en el segundo tiempo

Si la primera parte la marcaron la igualdad y los recurrentes contraataques mutuos, en los últimos 45 minutos de la eliminatoria la tónica general cambió completamente. El PSG salió muy desconcentrado, poco consistente y cometiendo muchos errores, especialmente en el medio campo, que le terminaron por costar la eliminación de esta edición de la Copa de Europa.

El primer aviso bávaro a la portería defendida por Donnarumma vino en el minuto 52. El ejecutor del ultimátum fue Choupo-Moting, con un cabezazo inalcanzable para el guardameta de los parisinos; tanto que terminó siendo anulado por la interferencia de Müller en la acción, quien pese a no tocar el esférico estaba en posición antirreglamentaria en el momento del remate de su compañero.

El PSG no se recompuso tras el susto anterior y acabó pagando las consecuencias 8 minutos después. En el 60, Verratti perdió un balón muy cerca del área parisina tras la presión de Müller, Goretzka firmó la asistencia y, esta vez sí, Choupo-Moting pudo apuntarse el tanto y cumplir con la mítica ‘ley del ex’.

Tras el gol, el conjunto francés se recompuso brevemente y tuvo unos engañosos minutos de esplendor que terminaron con el apagón definitivo de los de Galtier. La oportunidad más clara del París en la segunda mitad la tuvo seguramente Ramos, tras un córner botado por Messi sobre el 64 de encuentro, con un imperial remate de cabeza escorado a un lado que Sommer solventó con una prodigiosa intervención.

Pero el Bayern recuperó el dominio rápidamente y entonces la única pregunta fue cuántos goles más deseaban anotar los locales. Finalmente, y pese a otro gol de Mané que terminó siendo anulado por fuera de juego, Serge Gnabry fue el verdugo que, en el minuto 89, sentenció definitivamente la eliminatoria tras una gran asistencia de Cancelo, recién llegado a Múnich.

Así, el Bayern ha sido el equipo que ha truncado en esta ocasión las esperanzas del PSG de levantar la primera orejona de su historia. Los de Nagelsmann ya están en cuartos de final y han presentado ya su seria candidatura a la corona europea. ¿Ganar la Champions? Eso es impredecible, pero que el conjunto bávaro es un hueso muy duro de roer es ya una realidad tangible.

Por Raúl R. Méndez

Sigo creyendo que Jon Nieve debió haberse sentado en el Trono de Hierro. Fan de Hombres G, Taburete y la música pop española en general. Algunos dicen que me asemejo a Peter Parker, aunque juro y perjuro que Nueva York la he recorrido andando. Me enamoré del Atlético de Madrid cuando por primera vez pisé el Vicente Calderón en una gélida tarde de invierno. Y de Rafael Nadal en aquel primer Roland Garros que le vi ganar.