taburete salamanca

La banda de la joda es una estrella fugaz sobre la ciudad del Tormes, deslumbra en su salmantino concierto pasado por agua y convierte Espacio Más en templo de su atemporal y hercúleo afán por convertir la música pop rock en microrrelatos de amor alcohólico

Salamanca es una ciudad hecha a sí misma; abroquelada, teñida siempre de ese hosco marrón que la hace tan especial, y construida con ese opulento mimo castellano que consiste en hacer las cosas a lo grande. No necesita pantallas LED para que su chic Plaza Mayor se sienta por momentos Times Square, ni una catedral entre rascacielos para que la suya tenga más trasfondo que la propia San Patricio. Salamanca es Castilla, Rodrigo Díaz de Vivar y lugar de novelas, historias y demás leyendas; un cuadro de Goya, un periódico de papel, un café clásico servido en un local de inspiración tradicional.

Pero sobre todo Salamanca es joven, universitaria. Un vívido lugar donde conviven juntos los distintos. Hay quienes la ven como un medio, un entretenimiento de usar y tirar por si uno se cansa de paladear Valladolid, y otros como un recuerdo de la historia de España sin edulcorar. Una tradición de embrazar la cultura, enfrascada en un pentagrama o en el arte arquitectónico de la fachada de la universidad local, donde los que no frecuentan andar sus calles, llamémosles turistas, se congregan en busca de la rana perdida (sapo, en realidad), que adorna uno de los cadavéricos mascarones del Edificio de Estudios Mayores. Unos dicen que trae suerte y prosperidad profesional el encontrar al susodicho anfibio, y otros que se trató del método más sencillo con el que colarle una trapacería a la Inquisición.

Fuera lo que fuere, la rana o el sapo o el anfibio es difícil de encontrar, pues se demuestra larvada entre esa majestuosa y exuberante decoración tallada en torno al renacentista siglo XVI. Miguel de Unamuno, siempre puntilloso, dijo una vez eso de que «no es lo malo que vean la rana, sino que no vean más que la rana».

Por acelerar los trámites y no faltarle al respeto a Unamuno, diremos que el pasado sábado Taburete finalmente encontró la rana, le funcionó eso de atraer la buena fortuna y, autocaravana en vena, llegó a Espacio Más a celebrar su concierto más salmantino, recordando con gracia aquellos primeros acordes manados de Tres Tequilas que adornaron la ciudad del Tormes antes de que Bárcenas y Carreño pudieran presumir de haber cantado Amos del piano bar con los Hombres G.

Lo que hizo Taburete cuando abandonó la ciudad por un páramo

Comenzaba el concierto de Taburete en Salamanca con un inmenso y punzante dolor de pies compartido entre los asistentes, de ese profundamente inquisitivo, que duele hasta al alma y causa tanto hastío como desorientación o despiste, cuasi capaz de hacer a uno olvidarse de que Guillermo Bárcenas y Antón Carreño estaban justo delante tocando (y desgañitándose con) alguna canción de su amplio repertorio. La mayor parte de las mujeres portaban zapatos de tacón, y los hombres todo tipo de siluetas sofisticadas, entre los mocasines y algunos botines elegantes. Aunque los más inteligentes apostaron por sneakers muy variopintas: desde las populares Veja hasta algunas lujosas Golden Goose pasando por los siempre fieles a Nike.

Sucedía que la apertura de las puertas se estaba retrasando: el concierto debía empezar alrededor de las siete de la tarde, previa apertura del recinto a las seis, pero no fue hasta las 19:30 horas que las puertas se abrieron. Una confusión con los horarios después, y tras la romántica actuación del telonero Pavlenha, quien lleva acompañando a Taburete desde que principiara la gira Matadero 5 en el WiZink Center de Madrid, la lluvia que comenzó a caer en el arbolado páramo salmantino en el que estaba situado el Espacio Más obligó al concierto a sufrir un segundo retraso, ahora debido a las adversas condiciones climatológicas y el mortal humedecimiento que pudo haber guillotinado varios altavoces y múltiples instrumentos profesionales.

El aburrimiento, ya salpimentado de tedio pasado por agua, se acabó convirtiendo en pitos desmedidos y exigencias de un público que, ocurriera lo que ocurriera, parecía disconforme con los organizadores y el staff. Un ambiente enrarecido, contrario al aroma familiar que siempre desprende todo directo de la banda madrileña.

Un concierto irremontable que, sin embargo, fue ferozmente dado la vuelta por Bárcenas y Carreño tras un par de canciones en las que Taburete se esmeró en dilapidar lo fúnebre y resucitar la fiesta. Agonizando ya la puesta en escena de la banda, fue el propio Guillermo Bárcenas quien, micrófono en mano, bromeó acerca de la situación: «Teníamos hasta miedo de salir. ¿Más tranquila Salamanca? ¡Que comience la joda!».

La acústica era sensacional: entre la naturaleza y moteada de la típica paz del campo, sonaba aquello como una becqueriana reconexión con la biosfera, con la belleza de la vida y con el amor incondicional que se profesa a quien te acompaña a disfrutar de Abierto en vena entre acordes de guitarras caras y elegantes. Visualmente rutilante, los focos del concierto alumbraban también a parejas besándose, a padres aupando a niños o a jóvenes disfrutando de la joda cuyo tren pasa una sola vez; porque a un concierto de Taburete va uno a hacer lo que le viene en gana, a ligar o a mantener el amor ligado, a beber alcohol hasta el hartazgo o, directamente, a pasárselo bien sin importar el qué dirán.

Cantó Taburete un total de 21 canciones, desde Cuando se apaga la luz a Belerofon pasando por Mexico D.F., la siempre funcional y emotiva Mariposas, la romántica Abierto en vena, el enérgico himno de La Discoteca, la juvenil Brindo, la resistente Roto y elegante, el Jardín del Edén de 5 sentidos, el cuento del cruento asesinato de Walter Palmeras, la clásica Sirenas, la historia de Madame Ayahuasca, su clásica Amos del piano bar, el sendero de Caminito a Motel y 2018: Odisea en el espacio. Y estrenaron con galones los recientes fichajes: Salamanca vibró con Aviones sin fuel y disfrutó del deleite que supuso escuchar En mi cama por primera vez en directo.

Asimismo, tuvo el concierto aires de espectáculo improvisado, circenses malabarismos que realizó Guillermo Bárcenas con el micrófono, bailes extravagantes y hasta un divertido momento en el que el telonero Pavlenha se incorporó al concierto para sentarse a horcajadas sobre el cuello del cabecilla de la banda de la joda.

Pudo Taburete ser puntual, haber escogido un lugar aparentemente más adecuado para la celebración de su concierto en Salamanca e incluso haber frecuentado la aplicación del tiempo para evitar que los asistentes se empaparan de cabeza a pies, pero todo en el concierto terminó siendo finalmente apacible y elegante, un espectáculo que entró por los 5 sentidos y el mayor homenaje de pentagrama a Salamanca desde el penúltimo concierto de la banda madrileña en la ciudad del Tormes, cuando Aviones sin fuel aún no era himno esperanzador ni En mi cama un atrevido sencillo que mezcla la balada y el pop y que en el inefable directo suena hondamente novedoso.

Por Raúl R. Méndez

Sigo creyendo que Jon Nieve debió haberse sentado en el Trono de Hierro. Fan de Hombres G, Taburete y la música pop española en general. Algunos dicen que me asemejo a Peter Parker, aunque juro y perjuro que Nueva York la he recorrido andando. En el estreno de una nueva película de Marvel Studios, estaré en el cine, como también padezco un inevitable amor hacia Star Wars que mana de mi infancia. Vi ganar un Roland Garros a Rafael Nadal antes siquiera de saber lo que era un revés.