Empero de lo que se pueda pensar, el fútbol siempre ha sido un deporte de contradicciones. El deporte rey nos ha enseñado que no debe jugarse con los pies, sino con la cabeza, no se entiende con el cerebro, sino con el corazón y por encima de todo, el fútbol no se ve, el fútbol se oye.

Con una rápida vista atrás podemos percatarnos de que el fútbol, desde su génesis, está configurado al molde del oído. La primera retransmisión de un partido de fútbol se dio a través de la radio. Sucedió en 1927, el encuentro entre el Arsenal y el Sheffield United fue el primero de la historia en ser retransmitido por radio. No fue hasta diez años después, en 1937 que el público pudo acompañar el oído con la vista. Desde entonces y hasta ahora, la imagen no pudo hacer frente a la voz, sino que tuvo que adaptarse a su estampa.

El locutor le da forma al deporte, lo define, luego lo limita. Juega con la sutil destreza del ingenio y como los mejores presdigitadores otorga al encuentro tintes mágicos, sacados de la chistera de la voz. Si prestan atención, Víctor Hugo Morales empieza a cantar el gol de Maradona a Inglaterra antes de que el Pelusa reciba el balón y si aguzan un poco más el oído podrán reparar en la liberación de emoción Zimmermann al cantar TOR! (gol en alemán) para proclamar a su Alemania dividida como campeona del mundo por primera vez.

Nadie en México conoce a que sabe un mundial sin sonrojarse el oído con la profunda voz de Macaya Márquez, que lleva relatando las copas del mundo desde 1958, ni en Argentina han sabido bailar los pasos del hechizo de la música sin las baladas improvisadas del Bambino Pons cuando alguien anota. Fue Jack van Gelder el primero que perdió el aliento con el mítico gol de Bergkamp contra Argentina en 1998 y jamás habrá un español que no se emocione con la voz de Alfredo Martínez cuando Iniesta la recibió dentro del área en aquella gloriosa noche en Johanesburgo, solo dos años antes del “Oribi no te mueras nunca” entre las lágrimas de Christian Martinoli.

Hoy, 17 de septiembre de 2023, Pepe Domingo Castaño ha dicho hola, hola, por última vez en forma de adiós. Ha sucumbido a los encantos de su memoria aquel que durante más de medio siglo de vida profesional nos ha acompañado en nuestro medio siglo de soledad en casa, en nuestros cincuenta años de tertulianos en el bar como cincuenta soles en primavera, como cincuenta goles en una tarde de domingo. Fue él uno de los veteranos que nos enseñó que los comentaristas son las gafas por las que vemos el fútbol al oírlo.

En sus 80 años de vida, Pepe Domingo Castaño jamás dejó de funcionar como el filtro que detiene la diáspora de la volátil magia de nuestro deporte. Nos la servía cada semana en grandes dosis de bandejas de plata a cambio de la lacónica gloria de la atención. Con él nos deja su voz, pero no su vocación. Generaciones de relatores que ahora sustentan nuestro fútbol han crecido inspirados por su trabajo. Sin la presencia de los locutores nuestras gafas de oír fútbol se empañarían y dejaríamos de conocer el deporte que tanto amamos. Es por eso que hoy más que nunca todos y cada uno de los que amamos el fútbol deberíamos alzar por primera vez la voz hacia él para decirle: I swear we will never listen to anything like this again, gracias.­

I swear you will never see anything like this again (os prometo que nunca volveréis a ver algo así) mítica narración de Martin Tyler tras el gol de Agüero al Queens Park Rangers.

Por telee04

Aspirante a comentarista. Fútbol champagne por bandera. "Non ridere, non lugere neque detestari, sed intelligere" Instagram: telee_04 Twitter: @_ErTele_