Demostrando que el Barcelona y el Madrid no son tan imprescindibles en una final como se creían, el equipo malagueño vuelve a ganar (80-83), dieciocho años más tarde, la Copa del Rey, en una dura final contra el Lenovo Tenerife

Hace cinco días no era más que un sueño difícil, pero hoy ya no. Cuando mañana los jugadores del conjunto liderado por Ibon Navarro amanezcan, seguirán siendo los campeones. 

Después de eliminar a los dos grandes de la Liga Endesa, que por primera vez en 14 años no jugaban en la final, y clasificarse con sudor, lágrimas y alguna que otra gota de sangre, los jugadores del Unicaja de Málaga se disponían esta tarde a ganar la final disputada contra el Lenovo Tenerife, un equipo que venía de darlo todo en las dos rondas anteriores y que se posicionaba un puesto por encima de los verdes en la clasificación general de la Liga. 

El duelo comenzaba con muchos nervios. La ilusión se sentía en la grada del estadio del Juventut Badalona, en el que se disputó todo el torneo desde el pasado jueves 16 de febrero. Una cosa estaba clara: fuera quien fuese el equipo victorioso, haría historia en una final tan inédita, después de arrebatarle a equipos clásicos como el Cazoo Baskonia la posibilidad de abrir su vitrina para introducir la Copa un año más. 

El partido, que en ningún momento pudo ser tachado de lento, nos mantuvo con las manos en la cabeza durante los cuarenta minutos, donde las pizarras de los técnicos, Ibon Navarro y Txus Vidorreta, los silbatos de los árbitros o los propios jugadores de ambos equipos no bajaron la guardia en ningún momento. 

Sin embargo, aunque sin hacerle de menos a los isleños, esta final ha tenido un claro favorito, y ha sido el Unicaja de Málaga; el cual, desde la primera posesión de los cuartos de final disputados contra el FC Barcelona, se ha mostrado imparable, ilusionado y con muchas posibilidades de ganar, contando con un equipo formado tanto por jóvenes atletas como Tyson Carter, MVP del torneo; como por «perros viejos» muy experimentados, como Will Thomas, el cual volvió a Málaga esta temporada para devolvernos la ilusión. 

Jugadores como Jaime Fernández, Marcelinho Huertas o Giorgi Shermadini han sido rivales muy duros de roer a lo largo de toda la final, a pesar de que en los últimos minutos de partido las piernas les pesaran de más y eso les impidiera llevarse la Copa a casa por un último y muy intenso empujón por parte de los cajistas, dirigidos por Ibon Navarro; quien reconocía, al final del partido, el orgullo que sentía por sus chicos y por poder verles lograr algo tan grande como la segunda Copa del Rey del club malagueño. 

Alberto Díaz, el cual hace escasos 12 años no era más que un espectador en el Carpena y un canterano del club con muchas ganas de encestar, cortaba hoy, con lágrimas en los ojos, la red del Olímpic de Badalona, colgándosela en el cuello mientras levantaba la copa junto a su compañero y amigo Darío Brizuela; cuya actuación, a pesar de haber reconocido estar pasando los peores días de su vida a nivel personal, fue brillante y decisiva, sobre todo en la primera jornada del torneo, donde se mostró imparable ante un Barça encabezado por un Mirotić y un Laprovittola más fuertes que nunca. 

Berni Rodríguez y Carlos Cabezas, campeones de la Copa del Rey 2005 y representantes del Unicaja, alrededor de Alberto Díaz, actual capitán del equipo

La entrega, energía y concentración del resto de jugadores del conjunto malagueño fueron elementos esenciales en un partido tan difícil como lo era la semifinal ante el Real Madrid, en la que, prácticamente, ningún local de Málaga confiaba. Sin embargo, los verdes nos hicieron creer una vez más, ganando sin ningún tipo de remordimiento a los líderes de la Liga, los cuales traían a iconos como Tavares o Musa, que llegaron a generar cierta desconfianza incluso en el técnico malagueño. Así, y con un marcador con cierta distancia entre ambos equipos, los andaluces hacían historia, convirtiéndose en el primer equipo en la historia de la ACB que vencía al Barça y al Real Madrid en un mismo torneo

Así llegaron a la final, donde ya era imposible evitar las sonrisas entre compañeros que se escapaban minutos antes de empezar, y que se mezclaban con los nervios, el dolor, la intriga y el saborear tan cerca esa más que anhelada victoria histórica. De esta manera, sin pívots apenas y con lesiones de última hora, es como el Unicaja nos ha enseñado una vez más que con mucho esfuerzo, sacrificio, y creyendo en el esfuerzo, todo es posible.

En Málaga, los aficionados del Factor Carpena apenas recordaban lo que era sostener un trofeo como este, y así demostrar al resto de España que el presupuesto no lo es todo si no se acompaña del brillo en los ojos y la ilusión de doce niños con un sueño que por fin, después de meses de entreno, se ha hecho realidad: ganar la Copa del Rey

Por Vic Coronas

Estudiante de primer año de periodismo en la UMA. Perfeccionista, curiosa y diletante de la música, el baloncesto y los deportes de motor. Ciudadana del mundo. @viccoronasmb en twitter e instagram.