La película dirigida por Joaquín Mazón narra, en clave de comedia, el reencuentro de un padre desaparecido, que era cocinero estrella en Bilbao, y que sufre de amnesia. Karra Elejalde y Enric Auquer son los protagonistas junto con Maribel Salas y Lander Otaola, quienes completan el reparto.

La villa de Bilbao, desde los años 90 hasta la actualidad, se viste de cine y es la deliberada y elegida protagonista de una cinta muy irregular. Su director, Joaquín Mazón (Cuerpo de Élite), titubea durante los 90 minutos de metraje, entre el enredo cómico y el sentimentalismo sensiblero; aunque tire más de lo primero que de lo segundo, gracias a un gran Karra Elejalde (Mientras dure la guerra) que ha creado un nuevo estilo en la comedia.

Muy en la línea de sus anteriores trabajos, su director coge elementos comunes para un público no muy exigente, que ríe, llora y aplaude con facilidad; componentes de una trama y un humor lineales y predecibles. Aún así, funciona. Y funciona porque su dúo protagonista se equilibra convenidamente. Enric Auquer (Quien a hierro mata), como hijo, es un personaje que va de lo sentimental a lo muy sentimental y eso lo hace muy bien. Y Karra Elejalde, como padre, pone todo lo demás. Podría decirse que el actor alavés repite un personaje en el que dice que le da miedo encasillarse; ese Koldo en Ocho apellidos vascos; pero añade aquí un nuevo matiz: la expresión de la inocencia. ¿Y cómo ha registrado el gesto de un amnésico que deriva en ternura?; pues lo ha conseguido porque su madre tiene demencia, según ha contado en la rueda de prensa posterior.

El resto del reparto sirve para que la pareja protagonista brille. Siempre efectiva y poco reconocida Maribel Salas (Allí Abajo), madre y esposa en la película, no hace un contrapunto para ninguno de los dos, pero no por falta de recursos, sino de opciones. Lo mismo ocurre con Megan Montaner (30 Monedas), cuyo personaje apenas tiene recorrido más allá de ser la chica del chico, aunque sea neuróloga. Y por último, Lander Otaola, en cuyo personaje recaen todos los clichés de los hosteleros nocturnos y juerguistas, pero sin provocar un duelo paternofilial del que poder enorgullecerse.

Por Lou Prieto

Bilbaíno, con diptongo (es lo que hay). Superviviente ya desde un hostil útero materno. Convertido en periodista y en un súper hombre Nietzschiano. Una vez acabe este viaje vital de reconocimiento en la tierra, volveré a las estrellas.