La nueva película protagonizada por Antonio Banderas, Óscar Martínez y Penélope Cruz ya se ha estrenado en los cines españoles, una película donde nada termina siendo lo que parece y donde el humano se representa en sus dos mejores versiones

Juntar a dos de las mejores estrellas cinematográficas podría ser la mejor idea si eres directora y quieres hacer la mejor película, o eso debió de pensar la extravagante Lola Cuevas (Penélope Cruz), cuando el multimillonario farmacéutico Humberto (José Luis Gómez) le encargó la recreación cinematográfica de un libro premiado con el Nobel, que el mismo no se había leído.

Con este encargo, y con la ambición desmesurada de la directora entran en escena Iván Torres (Óscar Martínez) y Félix Rivero (Antonio Banderas), para tratar de representar un libro basado en la historia de dos hermanos separados por una tragedia familiar y plasmar en la gran pantalla una historia repleta de odio.

No podrían ser más opuestas las dos estrellas, la elegancia de uno contra el intento de amarrar la juventud del otro, la modestia contra la arrogancia, lo lúgubre o humilde frente a la vida en abundancia y la riqueza del otro. No es solo una manera diferente de ser, es una manera distinta de contemplar la vida.

Desde el primer momento todo parecía poder saltar por los aires, sobre todo cuando el despistado Félix llega tarde a la reunión con el meticuloso Iván, despertando los primeros recelos de este y las primeras risas para el espectador, que entre tanta reflexión tiene tiempo de sobra para reírse ante la extravagancia de algunos momentos, y las ocurrencias de estos personajes.

Mención aparte merece Lola Cuevas, una directora extraña, que entre ceja y ceja, tiene la ambición de hacer la mejor película de siempre, y para ello, los ensayos no pueden ser como los otros, la normalidad no entra dentro de sus planes. Como un entrenador que en la banda pretende que sus jugadores adopten su idea de juego.

No necesita la particular directora actores, solo necesita personas que puedan identificarse con su personaje, que abandonen algunos de sus instintos más primarios y se moldeen, no solo como representantes, sino como humanos en general, mediante ejercicios que pondrán al límite su capacidad.

Era muy complicado hacer una película mala si hay actores tan reconocidos como en Competencia Oficial, y así ha sido, pues la obra creada por Gastón Duprat y Mariano Cohn no puede ser mejor. Han sabido juntar lo mejor de cada uno para llevar a la gran pantalla no solo una gran historia, sino una gran reflexión, teorizando sobre el cine, el ego o el propio ser humano, con una buena dosis de humor y un final inesperado, o quizá no tanto.

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