'La Bala' de Carlos Iglesias

Carlos Iglesias regresa en 2025 como actor y director con su nueva película ‘La Bala’, un drama histórico con tintes de thriller que aborda la memoria, el dolor familiar y los secretos de la Segunda Guerra Mundial

Con temas como la memoria histórica, la responsabilidad familiar, la búsqueda de la verdad y el peso emocional que dejan los conflictos armados incluso décadas después, La Bala combina la investigación en el presente con un relato profundamente anclado en las heridas del pasado.

En esta nueva apuesta, Carlos Iglesias apuesta por un cine íntimo y de gran carga moral, una línea coherente con su filmografía previa, aunque en La Bala se adentra en territorios más reflexivos. Desde el inicio y a medida que avanza la trama, el espectador comprende que no encontrará grandes escenas espectaculares; la fuerza de la película reside, en realidad, en el detalle, en los silencios y en la tensión que desde el minuto uno envuelve a personajes marcados por la fe, la ausencia y la necesidad de cerrar capítulos no resueltos de hace más de cincuenta años.

La Bala: un rompecabezas emocional

El guion, escrito por Carlos Iglesias, se construye a partir de dos líneas temporales entrelazadas. Por un lado, el pasado retrata la vida de María (Paula Iglesias), una enfermera de la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial. Por otro, el presente sigue a su sobrino Julián —un sacerdote interpretado por el propio Iglesias—, quien emprende desde el inicio hasta el final la búsqueda de sus restos para traerlos a España y cumplir la promesa que le hizo a su madre.

Asistimos, por tanto, a una doble narrativa al servicio de un relato que busca, sobre todo, centrarse en el pasado para humanizarlo, cuidando que no se convierta en un mero telón histórico.

A medida que la trama va quitándose sus capas, se advierte una estructura en forma de rompecabezas emocional: cada pieza revelada en el presente arroja luz sobre lo ocurrido décadas atrás.

En los 96 minutos que dura la película, el director opta por construir un relato pausado que no tiene prisa por ofrecer respuestas; al contrario, permite que el espectador acompañe la investigación y sienta que forma parte de ella.

La clave simbólica de la película es la propia bala, que además de dar nombre al filme, actúa como elemento histórico, narrativo y metafórico. La bala no representa únicamente el objeto físico que los protagonistas encuentran junto a los restos, sino que también refleja el impacto emocional que atraviesa generaciones.

En lo que respecta a aspectos más técnicos, la película se caracteriza por el uso de diálogos contenidos. Si bien es cierto que opta por apoyarse en las miradas y gestos para transmitir las emociones complejas, como la fe puesta a prueba, el dolor heredado o la duda moral, aspectos que muchas veces resultan difíciles de expresar con palabras.

Un elenco nuevo y de grandes trayectorias

El elenco combina actores de amplia trayectoria con intérpretes jóvenes, logrando un conjunto equilibrado que aporta credibilidad tanto al pasado como al presente del relato.

Carlos Iglesias, como Julián, ofrece una interpretación contenida y profundamente humana. Se pone en la piel de un sacerdote dividido entre la convicción moral y el dolor familiar. Paula Iglesias, en el papel de María, aporta emoción y vulnerabilidad al personaje. Su interpretación destaca por la naturalidad con la que expresa una mezcla de determinación y fragilidad.

Silvia Marsó da vida a Mercedes, una mujer que también busca respuestas sobre los restos de un cuerpo. Marsó aporta firmeza, fuerza y un contrapunto emocional que enriquece las escenas compartidas con Carlos Iglesias.

Los actores veteranos del reparto, como Carlos Hipólito, Roberto Álvarez, Manuel Morón, Luisa Gavasa y Miguel Rellán, añaden solidez dramática en cada secuencia en la que aparecen. Sus personajes funcionan como pilares que sostienen la memoria colectiva que la película intenta reconstruir.

Espacios reales con historias reales

La Bala utiliza localizaciones reales, siendo uno de los escenarios principales Ciudad Rodrigo, cuya arquitectura histórica aporta autenticidad y una fuerte carga de memoria al relato.

El diseño de producción apuesta por el realismo y recrea así con eficacia los espacios del pasado, vinculados a la División Azul, centrándose en escenarios humanos e íntimos.

En la parte ambientada en el presente, lugares como iglesias, archivos, viviendas y entornos rurales refuerzan la idea de una memoria fragmentada, dispersa entre documentos y espacios silenciosos.

Todas las localizaciones de la película acompañan la historia con coherencia, sin imponerse visualmente, ayudando a mantener el tono introspectivo del filme. 

La importancia de la memoria histórica

Como mencioné anteriormente, y tal como indica el mensaje antes de los créditos, La Bala se construye alrededor de la memoria histórica. Creo que es inevitable que todo espectador que sale del cine se sienta invadido de incógnitas, todas necesarias: ¿Qué ocurre con las historias que se olvidan? ¿Qué responsabilidad tienen las familias respecto a sus muertos? ¿Cómo se enfrenta un país a su pasado cuando aún quedan restos de cuerpos sin identificar, en cunetas o en fosas lejanas?

Una cosa queda clara: el relato invita a reflexionar sobre la identidad, el deber moral y la culpa. Uno de los objetivos de la película es, sin duda, mostrar con sobriedad y respeto la importancia de reconocer las historias ocultas de quienes vivieron conflictos que, de algún modo, aún laten en el presente.

En definitiva, La Bala es una película íntima y profundamente humana que, desde el principio, incita a la reflexión. Si tuviera que quedarme con algo de la película, sería la veracidad emocional y la construcción de atmósferas, dos aspectos que brillan especialmente y que logran eclipsar la interpretación del elenco.

El ritmo pausado domina la historia hasta el final, lo que puede no satisfacer a los espectadores más acostumbrados a una narrativa dinámica. Sin embargo, creo que la coherencia estética y ética del filme lo convierte en una propuesta honesta y necesaria dentro del panorama cinematográfico español contemporáneo.

Por Verónica Orcajo

Estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Lo que más me apasiona es leer y escribir: dos aficiones con las que me defino y las considero más que esenciales en mi vida.

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